Actualizado el 27 de abril de 2025 por Manuel Sánchez Martín
Durante más de un siglo, los frigoríficos domésticos han utilizado sistemas de compresión de gases para enfriar los alimentos.
Desde los antiguos CFC (freones) hasta los actuales gases como el R-600a, este método ha sido la norma en todos los hogares. Sin embargo, el impacto ambiental asociado a estos compuestos, unido al riesgo de fugas y a la necesidad de encontrar soluciones más sostenibles, está impulsando una verdadera revolución en el mundo de la refrigeración.
¿Estamos a punto de decir adiós a los frigoríficos tradicionales? La respuesta es más compleja de lo que parece.
ÍNDICE DE CONTENIDOS
El problema de los gases refrigerantes
Aunque los gases refrigerantes que se usan en la actualidad, son mucho menos dañinos que los antiguos, siguen teniendo un potencial de calentamiento global (GWP) que preocupa a la comunidad científica y ambiental. Además, su manejo y reciclaje requieren procesos especializados que encarecen y complican el final de vida de los electrodomésticos.
De ahí que se esté trabajando en alternativas que eliminen por completo el uso de gases, apostando por métodos de enfriamiento basados en propiedades físicas de materiales sólidos.
Refrigeración sólida: ¿qué es y cómo funciona?
La nueva generación de tecnologías busca obtener frío a partir de cambios físicos en materiales sólidos, sin necesidad de gases ni compresores tradicionales. Este enfoque tiene varias ventajas potenciales:
- Reducción drástica de emisiones contaminantes.
- Menor consumo energético.
- Menor ruido, al eliminarse el compresor.
- Mayor vida útil, gracias a la reducción de componentes mecánicos móviles.
Sin embargo, estas tecnologías aún se encuentran en fase de desarrollo, con retos importantes en eficiencia, costes de producción y escalabilidad industrial.
Tecnologías en desarrollo
Actualmente, las principales líneas de investigación son:
Refrigeración magnetocalórica:
Utiliza materiales especiales que se calientan o enfrían al ser expuestos a un campo magnético variable. Es una de las alternativas más prometedoras, aunque aún necesita mejorar su eficiencia energética para competir con los sistemas convencionales.
Refrigeración elastocalórica:
Basada en materiales que se enfrían cuando son sometidos a ciclos de compresión y relajación mecánica (efecto elastocalórico). Destaca por su alta eficiencia teórica, pero enfrenta desafíos en la resistencia de los materiales a largo plazo.
Refrigeración electrocalórica:
Emplea materiales que cambian su temperatura al aplicarles un campo eléctrico. Es una tecnología interesante para aplicaciones en pequeño formato, aunque su implementación en frigoríficos domésticos todavía está lejos.
Refrigeración barocalórica:
Similar a la elastocalórica, pero basada en cambios de presión. Promete ser eficiente, aunque la complejidad de los sistemas de presión controlada es un obstáculo técnico importante.
Estos avances forman parte de proyectos europeos como SMACool y E-CO-HEAT, donde se investiga cómo llevar estas tecnologías a productos comerciales en los próximos años.
¿Cuándo veremos frigoríficos sin gases en nuestras casas?
Aunque los titulares de algunos medios pueden dar a entender que la transformación está a la vuelta de la esquina, lo cierto es que el salto al mercado masivo no ocurrirá antes de finales de esta década. Los primeros modelos probablemente serán productos de alta gama o de uso industrial, donde los costes elevados puedan ser más asumibles.
Mientras tanto, los fabricantes seguirán mejorando los sistemas actuales:
- Optimizando el consumo energético.
- Utilizando gases de bajo impacto ambiental.
- Buscando soluciones de reciclaje más eficientes.
La refrigeración sólida representa una evolución apasionante y necesaria para un futuro más sostenible. Sin embargo, como toda innovación tecnológica de alto impacto, requiere tiempo, inversión y validación antes de reemplazar los métodos tradicionales.
Por ahora, los frigoríficos de toda la vida seguirán siendo los reyes de nuestras cocinas… pero en el horizonte ya se vislumbra un cambio que podría marcar un antes y un después en la historia de los electrodomésticos.